Habitualmente
podemos ver como la avaricia convierte nuestro entorno en un ambiente hostil, a
su paso mueren los valores esenciales para un vida digna y el ser humano se
convierte en un comerciante de todo aquello que puede llegar a tocar.
Llegado
el verano, el fútbol de élite se ve invadido por ese germen tan habitual en la
vida moderna de hoy en día y se convierte en un mercado de especias donde los
futbolistas pasan a ser propiedades y productos que se ven inmersos en el mundo
de la compra-venta.
Una
vez más se han manejado ingentes cantidades
de dinero, difíciles de comprender y tan alejadas de la realidad social de los
aficionados que en ocasiones llegan a ser ofensivas.
El
debate se suele levantar sobre si este futbolista cuesta tanta cantidad de
millones o si está sobrevalorado, cuando en realidad todos deberíamos de escandalizarnos
de esta realidad. Resulta insólito que un futbolista genere tanto dinero por su
trabajo llegando costar su propiedad tanto valor en el mercado del fútbol.
Aunque
sin duda lo que más debería escandalizarnos, es saber que con lo que un solo futbolista
de la élite gana una temporada, quizá llegaríamos a salvar a la mayoría del fútbol
modesto nacional.
Esa
es la auténtica tristeza que se levanta alrededor de este mercado, la
desigualdad que hay entre el futbolista de élite y el modesto, uno vive y el
otro sobrevive.
A
nivel club, muchos han perecido o se han visto obligados a refundarse fruto de la
desigualdad económica y el olvido que existe sobre el fútbol modesto, sin duda
una auténtica tristeza que existe gracias a un mercado tan injusto y desigual que existe alrededor
de un deporte tan hermoso.
Ofende ver a futbolistas y clubes modestos partirse la cara a diario por progresar o sobrevivir, tanto o mas que cualquiera de la élite y que sin embargo el trabajo de uno cueste más que el de otros, pero en el fútbol como en la vida el dinero manda.
Félix de Blas