Ilustrados sabios del balón


Culturalmente existe una tendencia en este país a que las personas habitualmente presumamos de conocimientos sobre materias que están muy lejos de nuestro intelecto y comprensión. Somos un país de sabios, de gente anónima y entendida que va por la vida sintiéndose máximos en la materia y el fútbol no es ajeno a todo esto.

Desde que la sociedad moderna actual acerca con tanta facilidad el fútbol a todos los rincones, se ha generado alrededor del balón una serie de personajes que inundan su tiempo con conocimientos aleatorios sobre táctica, estrategia y dirección de equipos. Es algo sin duda cultural, que la sociedad maneja sin prudencia alguna y que ha convertido el deporte del fútbol en un nido de sabios a todos los niveles.

A nivel de base el fútbol vive con este problema desde hace mucho tiempo, y según avanza la sociedad con el siglo XXI se ha convertido en un problema difícil de controlar y que para los formadores de la base es sin duda un lastre que entorpece la formación de los jóvenes futbolistas.

Es difícil, si no imposible, formar a un chico como futbolista si desde su propio entorno, machacan su día a día diciéndole que tiene que hacer, haciéndole ver que es una estrella. Este comportamiento es tan erróneo como habitual y suele ser la sentencia deportiva para un futbolista, que fracasará siempre que tenga que arrastrar este duro lastre.

Este hecho se complica cuando esta sabiduría futbolística explota desde el propio entorno del jugador, y aquellos padres que deberían de ser el vehículo perfecto que ayude al chico a formarse como futbolista, se convierten en ilustrados sabios del balón que contaminan la mente del chico y nublan su percepción de la realidad.

¿Cuantas veces un entrenador de fútbol base ha tenido que escuchar a un padre diciéndole “mi hijo es delantero”? Pasando por alto entrenamientos, metodologías, sistemas y modelo de juego, planteamiento, rendimiento etc…

Unas veces por el ansia de ver a sus hijos alcanzar la gloria, es habitual ver a un padre perder las formas y el razonamiento en su camino a la sabiduría y otras veces, por tratar de ver reflejado en sus hijos el fracaso de su época deportiva. Sea por lo que fuere, el uso de esos “conocimientos” sobre fútbol contamina el entorno del jugador y puede llegar a ser altamente perjudicial para el bienestar de sus hijos.

En un mundo perfecto, el padre de un futbolista sería ayuda y apoyo para el día a día, invitando al futbolista a esforzarse al máximo, animándole en todo momento y absteniéndose de exigir nada bajo el amparo de sus “conocimientos” sobre fútbol, adquiridos detrás de una valla o al otro lado del televisor.

Desde el banquillo incomoda bastante que personas ajenas a la realidad deportiva del equipo, traten adoctrinar a tus jugadores desde la banda transformando términos tácticos en órdenes, sin conocimiento alguno de las consecuencias ni razonamiento deportivo que lo justifique. Aunque está claro que el forofismo permite cualquier demencia desde de una grada y convierte en eruditos del fútbol a simples hooligans sin conocimientos ni razón. 

A pesar de todo eso, es de justicia alabar el trabajo de tantos padres y madres que simplemente van al fútbol a animar a sus hijos, olvidándose de infectar el entorno con conocimientos salidos de la fanfarronería y la casualidad.

Todos deberíamos  ir al fútbol a ayudar, a animar, a ver espectáculo y no ha adoctrinar jugadores desde la valla. Los jugadores a jugar, entrenadores a  entrenar y todos juntos a disfrutar, porque eso es el fútbol un deporte hecho para disfrutar.





Félix de Blas